Aborto
Los obispos ibéricos han vuelto a sacar su báculo como si fuera un jamón añejo para exigir al rebaño católico el voto contra el aborto. Pecarán, se condenarán y se abrasarán eternamente en el infierno los que apoyen la nueva ley.Estos mismos pastores de almas se opusieron a la campaña del uso de los preservativos cuando en la cabaña nacional se practica el coito desde la adolescencia con más fervor y asiduidad que el rezo del Angelus. Son los mismos que, aun sin decirlo públicamente, creen que el sida es un castigo divino y está bien empleado.
Cabe preguntarse con qué autoridad y conocimiento de causa hablan sobre estos asuntos unas personas sujetas por voto a la castidad, sin experiencia sexual, y obligadas al celibato, al menos en teoría.
No deberíamos renunciar a la opinión que puedan darnos, por ejemplo, el papa Clemente y sus gallardos cardenales del Palmar de Troya, así como ese amplio sector de curas en noviazgo perpetuo, curas casados, con o sin hijos, o curas apartados del sagrado ministerio aunque emparejados con otros curas. ¿Calificarán de asesina la despenalización del aborto?
En la católica Irlanda se autorizó una tímida modalidad de aborto cuando estuvo a punto de ser procesada una menor de edad violada, quien trató de abortar en Inglaterra, posibilidad que con dinero otras muchas jóvenes han tenido siempre a su alcance. Por esas fechas, el obispo irlandés Casey reconoció haber tenido una amante y un hijo a los que sostuvo malversando fondos de los feligreses. El prelado pidió perdón y se fue a Estados Unidos con su familia clandestina.
Hace bien el ministro de Sanidad recordando que abortar no es motivo de alegría para ninguna mujer. Y que le interesa más la opinión de la mujer que la de los obispos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.